Un libro de tres pesos

“...Es la historia de un hombre que se perdió con su avión en el desierto...” Saber, sentir, orientarse. Todo eso tan útil para mí. ¿será que realmente soy yo lo que esperabas de mi? Te veo ahí sentado, y me pregunto...¿soy yo realmente? ¿Qué fue de mí, en tantos y tan pocos años? El correo a veces trae, suspendida en el vértice de una carta, la gota sublime de una lágrima. ¿Quién llora en tus papeles? Lo único que conseguís es no disimular. Tendrías que ser más cuidadoso. El papel está gastado, nada de abrazarlo cuando te vas a dormir, sólo es conveniente llevártelo junto al corazón cuando miras derecho al sol...que cae...cae...en la tarde...noche...que cae. Y me pregunto, también, qué se puede hacer con tanta arena , que se mete en el zapato, que raspa la piel, que irrita los ojos, que termina por hartar. “...Mira y no encuentra un límite, mira y se imagina cosas...” no creo que sea bueno el mantenerse así por mucho tiempo me dijiste, ya no más. Y yo, bueno, y yo, bueno, y yo, bueno esa es otra historia. Terminábamos de cenar. ¿Sabés que al mediodía me levanto con el tiempo justo para hacerte de comer y después vuelvo a la cama? Nunca pensaste que estaría mejor en cualquier lado menos este. La tarde se me hizo oscura, está muy gris, dijiste, probablemente llueva...todo siempre a punto de desencadenarse. NO fui la misma desde que te conocí. ¿Sabés que no me gusta decir te cruzaste en mi camino? Porque parece la historia de un hombre que se perdió en el desierto con su avión, y se imaginaba cosas porque no encontraba a nadie ni a nada, decí que por lo menos pudo juntar agua pero no la podía tomar menos mal tenía un revólver y dijo en el momento indicado...Y ahora miro alrededor mío, no sé quienes serán los que están acá pero son tan amables, sí, tan buenos. No sé qué me pasó. No sé hace cuanto estoy acá. Me duele terriblemente la nariz, creo que me la rompí, ahora no sé con qué y mucho menos por qué. La gente que está acá empieza a mirarme raro, se están adormeciendo. Creo que pregunté muchas veces lo mismo, ahora si me hablan no me dicen nada, aunque no sé qué me dicen tampoco. Todo es blanco, con la pared azul al fondo de mis pies. Mis pies recortados por la sábana blanca. La sábana blanca es más bien amarilla y tiene olor raro. El olor raro debe ser porque la lavaron muchas veces con lavandina. La lavandina deja la ropa amarilla. Los dedos tengo amarillos, que horror, parece que estoy muerta. Te veo ahí , sentado y tenés forma. Sos una de las personas que están acá. Ahora te veo y sé quien sos. No puedo entender qué hacés acá mucho menos qué hago yo acá, supongo que más tarde todo se aclarará. Ahora me dio sueño pero no, me duermo y es horrible, siento que me hundo y me voy, quiero estar cerca de vos. Me acordé cuando estabas en el hospital. Y yo lejos, pellizcándome un brazo, sufriendo, pero nada. Era una madrugada helada, tenía un brazo todo colorado de puros pellizcones. No pude llamarte, no pude, no pude ir, estaba enojada con vos. El pasillo era frío y creo que me voy a morir de angustia si me toca de nuevo. Nada es silencioso acá. Menos mal que el hombre del desierto tenía un revólver, en el momento indicado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario