Tranquila

Tranquila, con pesadez, le acarició la cabeza. El pelo, cortado casi al ras a los costados, le hizo suaves cosquillas entre los dedos. Él dormía, o no. Su pecho se inflaba y descendía pausadamente. No podía ver su rostro. La casa estaba silenciosa,
aunque algún murmullo ondulado atravesara las paredes. La habitación estaba semioscura. La pared del frente, pintada de verde claro, exhibía a intervalos unos cuadros baratos, de laminas brillantes. Un Modigliani (al verlo por primera vez pensó que ese hombre de traje, de ojos ausentes, se parecía inquietantemente a M.), un paisaje veneciano de edificios semihundidos y góndolas, un triste jarrón con flores ocres, . Las permanentes mudanzas habían logrado un mobiliario disímil hasta lo increíble. Un pesado y vetusto ropero de madera oscura, brillante a pesar del abandono, convivía con mesitas rojo bermellón. La cama era de caño. Un espejo mediano festoneado de arabescos de hierro reflejaba la nada en el muro de la derecha. La luz penetraba en una línea vertical desde la puerta entornada.
Respiró hondo, y se acomodó entre las sábanas (blancas, de algodón), cerró los ojos. Se durmió abrazada a M. Tenía calor y soñó intranquila, en calles alejadas su familia desaparecía, no pudo correr, no pudo gritar. Cuando despertó estaba sola. La luz se había extinguido. Escuchó el ir y venir en la cocina. Platos y cubiertos sonaron, alguna olla crepitaba. El aroma inundó la habitación y E. se incorporó. Se vistió lento, maldiciendo la modorra. La cara le picaba. Fue al baño y el agua helada de la canilla le hizo arder los ojos. Mala forma de despabilarse aquí. Eran las nueve de la noche. Las piernas no respondieron a su impulso y caminó arrastrando los pies hasta el comedor, se sentó y apartando los platos, apoyó la mejilla en el frío laminado de la mesa. La cabeza le daba vueltas. M. no la miró. Encendió el televisor. Cenaron casi sin hablar.Hacía ya un año esta rutina. Ya no soñaban . Un cielo color índigo envolvía todo. A la derecha de este, una línea de luz obstinada se le acercaba de a poco, de acuerdo a la caída del sol.

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