Qué pensar de tu languidez, de tu forma de caminar con el cuerpo hacia un lado, de tu mirada al infinito. Cómo vislumbrar tu mente maravillosa...¡Ah! Si pudiera asir tus pensamientos un instante, escudriñarlos con la impresión de que se diluyen entre mis dedos. No puedo mirarte a los ojos sin sentirme perturbada, como si vieras el fondo de mi ser y develases ante todos que soy tan pequeña al lado tuyo, tan miserablemente principiante. Tu figura me desvela usualmente, pero una noche soñé con vos. Y eras otro. Tan ansioso de relatar lo que sentías, tan perfectamente entregado al destino, tan no vos. Tu voz, esa hermosa cadencia que me transporta, ese tono grave y pausado, convertida en un susurro casi, una conversación fútil. ¿Vos? No te encuentro deleitándote con la simpleza de un cuerpo desnudo, no es tu persona la que miraría por horas el perfil halagador de su amada, no encontrarías placer en recorrer con tu dedo una boca plácida, menos aún en hablar sin argumentos, sin trascendencias. Y yo sé que jamás me dirías amor, o pronunciarías mi nombre, suavizando los sonidos, haciendo apenas perceptible un soplo de aire, un pedacito de alma. Te asocio a tus historias, para mí tenés un poco de clasicismo. Pero ese sueño, lo recuerdo vívidamente. Aún puedo escucharte pronunciar la palabra “hermosísimo”, casi a punto de confesar. Y detenerte apenas, para mirar a la audiencia, para recalcar tu autoridad. ¿Es posible que me detenga entonces yo también? Sin embargo, pasás a mi lado, y no sé (incertidumbre) si me conocés (desgracia), si recordás mi rostro, mi voz, siquiera mi pregunta, mi tierno vocativo (¿te diste cuenta de cuán tierno fue?) Nada tengo. Nada sino ese sueño que tan dulcemente me trajo tu rostro una noche, pero no eras vos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario